El 6 de agosto de 1945, el avión de guerra norteamericano Enola Gay lanzó a “Little Boy,” una bomba atómica de 9,700 libras, sobre Hiroshima. Dentro de ocho días, Japón se rindió, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
Noventa mil personas murieron a consecuencia del brillante
relámpago y el impacto subsiguiente que destruyó el 75 por ciento de la ciudad
de Hiroshima, Japón, el 6 de agosto de 1945, cuando un avión de Estados Unidos
lanzó la primera bomba atómica que se usaba en una guerra. La explosión y los
incendios que se desataron hirieron a otras 60.000 personas, muchas de las
cuales murieron después de cáncer y otras enfermedades producidas por la
radiación. Tres días más tarde los estadounidenses lanzaron otra bomba sobre
Japón, esta vez en la ciudad de Nagasaki. Otras 40.000 personas murieron
instantáneamente.
Dos bombas atómicas: muerte y destrucción indescriptibles e
indiscriminadas. La segunda guerra mundial terminó finalmente y el mundo entró
en la era nuclear.
Éstas son las únicas veces en que se han usado armas
nucleares contra la población. Esperemos que sean las últimas. Pero la mera
existencia de esas bombas atómicas, y de las mucho más poderosas armas
termonucleares que las reemplazaron, hacen de 1945 una fecha crucial. Nadie
sabe qué nos deparará el futuro.
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